MI VIDA SIN TI
Todos los
años, aprovechaba el mes
de Diciembre para contarles un cuento. Esta
vez me van a permitir que les cuente una
historia verdadera...
Si algo tengo en común con mis lectores es,
supongo, mi especial relación con los
perros. Por eso imagino que muchos de los
que lean este mes mi artículo se sentirán
identificados con la historia.
Muchos de ustedes serán propietarios de uno
o de varios perros y muy probablemente lo
habrán sido a lo largo de muchos años. Estas
líneas van especialmente dedicadas a
aquellos que han sido premiados con el
privilegio de compartir parte de su vida con
un perro especial.
Los ingleses hablan de un once in a
lifetime dog, un perro de una vez en la
vida, para significar a aquellos perros que
por muy variadas razones se incorporan a
nuestro bagaje emocional de una manera tan
fuerte que marcan un antes y un después en
nuestra vida, en relación con los demás
perros e incluso con muchas personas.
Hay perros que, por sí solos, son capaces de
cambiar la vida de sus dueños y aunque hoy
hable sólo de uno, en realidad estoy
hablando de todos ellos. Porque yo se que en
mi vida no habrá otro Percy, pero tampoco
habrá otro Spud, Joshua, Hippy, Indy,
Elliot, y tantos otros, y por eso me acuerdo
de Manolo y Amparo, de Pep y Cati, de José
Ramón y Alicia, de Didier y Valentina, de
Alfonso y Serena y de todos los que tienen o
han tenido uno de estos perros
inolvidables.
Recuerdo perfectamente el primer día que
hablé con Jackie, su criadora. Por entonces
yo entrenaba a un grupo de nadadores de alto
rendimiento para la Federación. Era Octubre
del 95 y me llamó mientras estaba en la
piscina. Salí a hablar a la calle. Jackie me
preguntó si tenía alguna preferencia en
cuanto al tono del manto. Le dije que sólo
tenía una: que fuera bueno. Entonces -me
dijo- creo que tengo algo especial para ti.
Esperé a ir a por él a que tuviera cinco
meses, la boca cambiada y que hubiera dado
muestras de tener el carácter que uno espera
de un perro de exposición. Fui conduciendo
hasta Madrid y allí tomé un vuelo directo a
Manchester. En el Aeropuerto me esperaba mi
tía Lyn. Fuimos a casa de Jackie y desde
el fondo del pasillo vino corriendo Percy a
recibirme. Nunca lo podré olvidar, entre
otras cosas porque dio un gran salto y su
morro terminó certeramente, con perdón, en
mis huevos. Para que nunca me olvides
debió pensar
y desde luego así fue.
Para terminar de hacer un viaje fuera de lo
normal, el día que regresaba a casa tuvimos
que volver desde el Aeropuerto hasta mi
hotel porque me había dejado la alianza de
boda en la mesilla de la habitación. El
contratiempo casi nos hace perder el vuelo.
Mike condujo su viejo Rover ranchera a toda
velocidad. Jackie temía que la Policía nos
parase en cualquier momento. Yo imaginaba
que en la siguiente curva el portón trasero
saldría volando y Percy detrás. Finalmente
estaba sentado en el avión, con mi flamante
cachorro en la bodega y leyendo una revista
esperando el despegue. Pero no despegábamos.
Se abrió la puerta de la cabina y el
capitán, acompañado de una de las operarias
de pista empezó a caminar pasillo arriba.
Por supuesto se paró junto a mí y muy
educadamente me dijo que la caja en la que
iba mi perro no era suficientemente grande
como para que se pusiera de pie y diera una
vuelta en redondo. ¡Tenía que viajar dos
horas, no participar en Mira quién baila!.
Yo no sabía que decir. El capitán McKenzie,
no me olvidaré nunca de su nombre, debió
verme tan agobiado que dijo que si yo estaba
de acuerdo él asumía la responsabilidad. Lo
dijo en un tono que parecía el General
Montgomery anunciando que asumía el mando de
las Fuerzas Británicas en el Dia D. Visto
desde hoy parece ridículo, pero yo estaba
aterrorizado. Notaba la mirada de los demás
pasajeros cagándose en todo mi pedigrí.
Finalmente despegamos y así empezaba la
historia de Percy en España, fuera de su
tierra natal que volvería a pisar en 2002
pero eso vendrá más adelante.
Desde el principio Percy demostró que sería
un perro especial. Era el primer macho que
entraba en casa después de casi seis años
yendo a exposiciones. Enseguida empezamos a
sacarlo y ya ganó más de una vez como
cachorro. En casa se convirtió en el líder
de inmediato. Era el rey en un harén de
hembras que le dejaban dominar y aguantaban
sus juegos de niño de Yorkshire malcriado.
Nuestro primer viaje largo con él fue en
1997. Fuimos en coche desde Murcia hasta
Copenhague donde se celebraba el Campeonato
de Europa. Quedó cuarto en una gran Clase
Abierta. A la vuelta ganó su clase en la
primera exposición del Club Belga del Golden
Retriever, aún sin CAC. Al año siguiente, en
Génova, otra vez en el Campeonato de Europa,
conseguiría la Reserva de CAC y CACIB. Ese
mismo año ganó por segundo año consecutivo
la raza en Gibraltar (entonces sólo había
una exposición al año) consiguiendo su
primer título, y también fue Mejor de Raza y
Reserva de BIS en la primera exposición
Monográfica del Club Español de Retrievers.
En 1999 consiguió el Punto de Campeonato de
Portugal y se quedó a falta de un CAC para
completar el título. Debo decir que la
decisión de no volver con él al país vecino
fue mía, por algún episodio desagradable que
nos sucedió y que ya no merece la pena
recordar. En 2000, año mágico, Percy
consiguió algo que parecía se le venía
negando. Ganó la raza y el BIS en la
Monográfica de Valladolid, proclamándose
Campeón de España por fin. Además tuvo
actuaciones muy destacadas en Francia,
Holanda, Alemania y Austria. Empezaba a ser
un perro conocido a nivel internacional y
despertaba interés incluso entre algunos
criadores ingleses.
2001 fue un año especial en mi casa. Otros
asuntos familiares dejaron a los perros un
poco aparcados. Aún así, Percy ganó la raza
en todas las exposiciones en las que se
presentó, incluída la de Madrid,
consiguiendo incluso tres grupos y una
reserva de BIS.
En 2002, como ya he dicho antes, Percy
volvió a casa. Hicimos uno de los viajes más
emocionantes de mi vida. Él y su hijo Tommy
fueron a competir en Crufts, la Exposición
más grande del mundo. Ya había estado otras
nueve veces allí, pero entrar con tu perro
por la puerta de expositores fue algo muy
especial. Nos colocamos en nuestro bench.
Parecía que lo había hecho toda su vida. Le
compré un collar y una cadena especial y lo
dejé un rato sólo. Se puso a dormir. Nada
que ver con su hijo. Serena no podía
separarse de él. Si lo hubiera dejado sólo
habría arrasado toda la fila de benches en
la que estaba. De hecho se ganó una
amonestación de uno de los vigilantes del
Kennel Club
¡los ingleses son así!
Cuando entramos al ring creía que el corazón
se me saldría por la boca. La verdad es que
en las fotos tengo la cara descompuesta.
Todo lo contrario que Percy. Era su hábitat
natural. Consiguió un extraordinario 4º
puesto en la Clase Open, entre un buen
número de Campeones ingleses. Yo estaba en
una nube.
Percy estuvo con nosotros cuando nació
nuestro primer hijo y también cuando se
murió. A su manera supo consolarnos. Siempre
estaba alegre y tenía una personalidad
extraordinaria. Nos acompañó en nuestro
viaje más triste, en un viaje de descanso y
de meditación, un viaje que nunca habríamos
querido hacer, pero su compañía fue como un
bálsamo para nuestra tristeza. Estuvimos 15
días por Francia. Fuímos a la Monográfica
francesa, donde fue tercero en su clase, y a
Luxemburgo, de donde vino como Campeón.
Cuando en 2005 nació nuestro hijo Juan
también estuvo Percy con nosotros y pronto
se convirtió en su perro favorito, como lo
era de mi suegro, al que acompañó siempre en
sus paseos junto a las perras más viejas.
Aún hoy mi hijo pregunta por Percy cuando
llegamos a casa y no lo ve durmiendo en su
cama.
Los últimos años, cada vez que aparecía con
él por una Exposición alguien preguntaba
maliciosamente ¿Cuándo lo piensas retirar?
Parecía mucho más joven de lo que realmente
era. Y así fue hasta los últimos meses de su
vida. En 2006, a punto de cumplir once años,
ganó la Clase Veteranos de la Monográfica de
Holanda, la más grande del mundo y Wendy
Andrews, la juez, se declaró maravillada de
su estado de forma. Fue su última
Exposición. Sin duda una retirada por todo
lo alto. También había sido BIS de Veteranos
en la Monográfica española, como en 2005 y
2004.
A pesar de todo, cada vez que me veía
preparar el coche empezaba a merodearlo
nervioso y a ladrar. No entendía que él no
estuviera incluído en la partida. A la
vuelta me recibía con un cierto desdén. Por
suerte se le pasaba a los cinco minutos.
El 23 de Octubre pasó el día tomando el sol.
Anduvo un rato detrás de una hembra que
estaba empezando con el celo y aguantó
estoico los incordios de Tiger, el Jack
Russell. Por la noche no quiso cenar, algo
raro en él. Cuando lo dejé acostado en su
cama pensé que tal vez sería conveniente ir
a ver al veterinario al día siguiente. No
hizo falta. La mañana del 24 de Octubre,
cuando nos levantamos, nuestro querido Percy
seguía dormido, esta vez para siempre.
Hasta esto lo supo hacer bien. Nos ahorró la
pena de verle pasar un largo deterioro, o
una larga enfermedad. No sufrió nada y
estuvo bien y activo hasta el último día de
su vida. Nunca estuvo enfermo en doce años.
Nunca necesitó de un tratamiento
veterinario. Fue un perro sano y feliz. Fue
mi compañero durante doce años, desde que lo
subí al coche en brazos en el parking de
Barajas para venir a casa hasta que, otra
vez en brazos, lo volví a subir al coche
doce años después. Nunca fue un perro
agresivo, pero siempre fue el jefe de todos
los demás perros de casa. Imponía su
liderazgo sin alardes y sin violencia. Era
dulce con los cachorros y con los niños y
gentil, a veces demasiado, con las hembras.
Las perras eran lo único que le podían hacer
rechazar la comida
como algunos hombres que
yo conozco. Afortunadamente pudo dejar
muestra de su valía a través de sus hijos,
algunos incluso campeones. Yo espero ver su
reflejo en alguno de los cachorros que
nacieron en casa días después de su muerte y
que son nietos y bisnietos suyos. Cuando
vino a casa yo tenía 27 años. A su muerte
39. Una de las partes más importantes de mi
vida ha pasado junto a él y su fidelidad y
su cariño ha sido mayor y más constante que
el de muchas personas. En estos doce años ha
estado siempre allí, día tras día, constante
y perenne y su presencia ha llenado nuestra
existencia. Por eso, de ahora en adelante,
cada vez que me asalte la pregunta de qué
será mi vida sin ti, Percy, amigo, pensaré
en lo que ha sido mi vida contigo y estoy
seguro de que esa será la única manera de
seguir adelante. Hasta siempre. (Publicado
en la revista "Todo Perros", Diciembre de
2007)